domingo, 30 de agosto de 2009

Jorge L. Borges

1964 ( "El otro, el mismo" )

Ya no es mágico el mundo. Te han dejado
Ya no compartirás la clara luna
Ni los lentos jardines. Ya no hay una
Luna que no sea espejo del pasado,
Cristal de soledad, sol de agonías.
Adiós las mutuas manos y las sienes
Que acercaba el amor. Hoy sólo tienes
La fiel memoria y los desiertos días.
Nadie pierde (repites vanamente)
Sino lo que no tiene y no ha tenido
Nunca, pero no basta ser valiente
Para aprender el arte del olvido.
Un símbolo, una rosa, te desgarra
Y te puede matar una guitarra.

Ya no seré feliz. Tal vez no importa.
Hay tantas otras cosas en el mundo;
Un instante cualquiera es más profundo
Y diverso que el mar. La vida es corta
Y aunque las horas son tan largas, una
Oscura maravilla nos acecha,
La muerte, ese otro mar, esa otra flecha
Que nos libra del sol y de la luna
Y del amor. La dicha que me diste
Y me quitaste debe ser borrada;
Lo que era todo tiene que ser nada.
Sólo me queda el goce de estar triste,
Esa vana costumbre que me inclina
Al sur, a cierta puerta, a cierta esquina.

martes, 25 de agosto de 2009

Leonard Cohen

Llévame bailando hasta el final del amor
(Dance me to the end of love)

Llévame bailando hasta tu belleza con un violín en llamas
Llévame bailando atravesando el pánico hasta que esté a salvo
Álzame como a una rama de olivo y sé la paloma que me guia de vuelta a casa

Déjame ver tu belleza cuando hayan desaparecido los testigos
Déjame sentirte moviéndote como lo hacen en Babilonia
Muéstrame lentamente aquello de lo que sólo conozco los límites

Llévame bailando hasta la boda ahora, continúa bailando
Llévame bailando muy tiernamente y por un largo rato
Estamos por debajo de nuestro amor, estamos por encima de él
Llévame bailando hasta el final del amor

Llévame bailando hasta los niños que piden nacer
Llévame bailando através de los telones que han gastado nuestros besos
Levanta un refugio ahora aunque todos los hilos estén rotos

Llévame bailando hasta tu belleza con un violín en llamas
Llévame bailando atravesando el pánico hasta que esté a salvo
Tócame con tu mano desnuda o tócame con tu guante
Llévame bailando hasta el final del amor.

Miguel Hernández

Canción del esposo soldado

He poblado tu vientre de amor y sementera,
he prolongado el eco de sangre a que respondo
y espero sobre el surco como el arado espera:
he llegado hasta el fondo.

Morena de altas torres, alta luz y ojos altos,
esposa de mi piel, gran trago de mi vida,
tus pechos locos crecen hacia mí dando saltos
de cierva concebida.

Ya me parece que eres un cristal delicado,
temo que te me rompas al más leve tropiezo,
y a reforzar tus venas con mi piel de soldado
fuera como el cerezo.

Espejo de mi carne, sustento de mis alas,
te doy vida en la muerte que me dan y no tomo.
Mujer, mujer, te quiero cercado por las balas,
ansiado por el plomo.

Sobre los ataúdes feroces en acecho,
sobre los mismos muertos sin remedio y sin fosa
te quiero, y te quisiera besar con todo el pecho
hasta en el polvo, esposa.

Cuando junto a los campos de combate te piensa
mi frente que no enfría ni aplaca tu figura,
te acercas hacia mí como una boca inmensa
de hambrienta dentadura.

Escríbeme a la lucha, siénteme en la trinchera:
aquí con el fusil tu nombre evoco y fijo,
y defiendo tu vientre de pobre que me espera,
y defiendo tu hijo.

Nacerá nuestro hijo con el puño cerrado
envuelto en un clamor de victoria y guitarras,
y dejaré a tu puerta mi vida de soldado
sin colmillos ni garras.

Es preciso matar para seguir viviendo.
Un día iré a la sombra de tu pelo lejano,
y dormiré en la sábana de almidón y de estruendo
cosida por tu mano.

Tus piernas implacables al parto van derechas,
y tu implacable boca de labios indomables,
y ante mi soledad de explosiones y brechas
recorres un camino de besos implacables.

Para el hijo será la paz que estoy forjando.
Y al fin en un océano de irremediables huesos
tu corazón y el mío naufragarán, quedando
una mujer y un hombre gastados por los besos.

Ana María Shua

Las mujeres se pintan

Las mujeres se pintan antes de la noche.
Los ojos, la nariz, los brazos, el hueco poplíteo, los dedos de los pies.
Se pintan con maquillajes importados, con témperas, con lápices de fibras.
En el alba, ya no están.
A lo largo de la noche y de los hombres, se van borrando.

La que no está

Ninguna tiene tanto éxito como La Que No Está.
Aunque todavía es joven, muchos años de práctica consciente la han perfeccionado en el sutilísimo arte de la ausencia.
Los que preguntan por ella terminan por conformarse con otra cualquiera,

a la que toman distraídos,
tratando de imaginar que tienen entre sus brazos a la mejor, a la única,
a La Que No Está.

miércoles, 19 de agosto de 2009

Charles Baudelaire

Spleen

Yo soy como ese rey de aquel país lluvioso, rico,
pero impotente, joven, aunque achacoso,
que, despreciando halagos de sus cien concejales,
con sus perros se aburre y demás animales.
Nada puede alegrarle, ni cazar, ni su halcón,
ni su pueblo muriéndose enfrente del balcón.
La grotesca balada del bufón favorito
no distrae la frente de este enfermo maldito;
en cripta se convierte su lecho blasonado,
y las damas, que a cada príncipe hallan de agrado,
no saben ya encontrar qué vestido indiscreto
logrará una sonrisa del joven esqueleto.
El sabio que le acuña el oro no ha podido
extirpar de su ser el humor corrompido,
y en los baños de sangre que hacían los Romanos,
que a menudo recuerdan los viejos soberanos,
reavivar tal cadáver él tampoco ha sabido
pues tiene en vez de sangre verde agua del Olvido.


Walt Whitman

Canto a mi mismo

1 -
Me celebro y me canto a mí mismo.
Y lo que yo diga ahora de mí, lo digo de ti,
porque lo que yo tengo lo tienes tú
y cada átomo de mi cuerpo es tuyo también.

Vago... e invito a vagar a mi alma.
Vago y me tumbo a mi antojo sobre la tierra
para ver cómo crece la hierba del estío.
Mi lengua y cada molécula de mi sangre nacieron aquí,
de esta tierra y de estos vientos.
Me engendraron padres que nacieron aquí,
de padres que engendraron otros padres que nacieron aquí,
de padres hijos de esta tierra y de estos vientos también.

Tengo treinta y siete años. Mi salud es perfecta.
Y con mi aliento puro
comienzo a cantar hoy
y no terminaré mi canto hasta que muera.
Que se callen ahora las escuelas y los credos.
Atrás. A su sitio.

3 -
Instinto ... instinto ... instinto ...
Instinto siempre procreando el mundo.
De la sombra surgen los iguales que se contradicen
y se complementan,
la sustancia que se multiplica ...
el sexo siempre,
siempre una malla de identidades y preferencias ...
y la preñez y el parto siempre.
Inútil es querer perfeccionar.
Esto lo saben ya los doctos y los indoctos.
Firmes,
clavados,
ligados,
abrazados al mismo palo,
resistiendo como caballos percherones,
amorosos,
altivos
y eléctricos ...
¡ yo y este misterio estamos aquí !

jueves, 13 de agosto de 2009

Marco Denevi

Cuento de horror

La señora Smithson, de Londres (estas historias siempre ocurren entre ingleses) resolvió matar a su marido, no por nada sino porque estaba harta de él después de cincuenta años de matrimonio.

Se lo dijo:

-Thaddeus, voy a matarte.

-Bromeas, Euphemia -se rió el infeliz.

-¿Cuándo he bromeado yo?

-Nunca, es verdad.

-¿Por qué habría de bromear ahora y justamente en un asunto tan serio?

-¿Y cómo me matarás? -siguió riendo Thaddeus Smithson.

-Todavía no lo sé. Quizá poniéndote todos los días una pequeña dosis de arsénico en la comida. Quizás aflojando una pieza en el motor del automóvil. O te haré rodar por la escalera, aprovecharé cuando estés dormido para aplastarte el cráneo con un candelabro de plata, conectaré a la bañera un cable de electricidad. Ya veremos.

El señor Smithson comprendió que su mujer no bromeaba. Perdió el sueño y el apetito. Enfermó del corazón, del sisema nervioso y de la cabeza. Seis meses después falleció.

Euphemia Smithson, que era una mujer piadosa, le agradeció a Dios haberla librado de ser una asesina.

lunes, 10 de agosto de 2009

Ennio Morricone


Música de Cinema Paradiso en la Arena de Verona, Italia.



Julio Cortázar

Rayuela - fragmento "Toco tu boca"

Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja. Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos, donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.





Film: "Nuovo Cinema Paradiso" dirigido por Giuseppe Tornatore en 1988; interpretado por Phillipe Noiret (Alfredo), Salvatore Cascio (Totó niño), Marco Leonardi (Totó joven), Jacques Perrin (Totó adulto) y Agnese Nano (Elena). Música de Ennio Morricone.

domingo, 2 de agosto de 2009

Alejandro Dolina

Novia

Hace mucho tiempo yo tenía una novia buena y hermosa. Me amaba con una devoción tal, que no pude resistir la tentación de ser malvado. Me solazaba en la traición, en el capricho, en la impuntualidad, en la mentira gratuita.
Ella lloraba en secreto, cuando yo no la veía, pues sabía que su llanto me irritaba. Pero un día, un incidente que ni siquiera recuerdo me despertó el temor de perderla.
El amor crece con el miedo.

Mi conducta cambió. Me fui haciendo bueno.
Quise pagar el daño que había hecho y empecé a vivir para ella.
Le hacía el amor en todos los zaguanes.

Le cantaba valses de Héctor Pedro Blomberg. La llevaba a pasear por todos los lugares más hermosos del mundo. Le imponía aventuras inesperadas. Me hice sabio y generoso sólo para merecer su amor.

Pero un día me dejó.
- No te quiero más me dijo, y se fue.

Supliqué un poco, sólo un poco, porque era bueno. Después me puse a esperar la muerte sentado en el umbral.
Al cabo de un tiempo, aparecieron los celos. Pensé que seguramente me había dejado por otro. Decidí averiguarlo.
Indagué a los amigos comunes, pero todos afectaban un aire de trabajosa indiferencia.
Resolví seguirla. Pasaba las noches acechando su puerta. Durante el día, me apostaba en la esquina de su trabajo. El resultado de mis pesquisas fue nulo. Mi novia se desplazaba por circuitos inocentes. Perdí mi empleo, mi salud y hasta mis amistades. Mi vida era un perpetua vigilancia.

Pasaron largos meses sin que nada ocurriera. Hasta que una noche la vi salir de su casa con aire decidido.
Tuve el presentimiento de que iba a encontrarse con un hombre, tal vez porque estaba demasiado linda.
La seguí entre las sombras y vi que se detenía en una esquina que yo conocía muy bien. Me escondí en un portal. Ella se detuvo y esperó, esperó mucho.

Cerca de una hora después, apareció un hombre alto, oscuro, soberbio. Algo familiar había en su paso. Ella intentó una caricia, pero él la rechazó.
Inmediatamente comprendí que el hombre se complacía en verla sufrir y amar al mismo tiempo. Se trataba de un sujeto diabólico. Cada tanto me llegaban ráfagas de una risa vulgar. No podía concebirse un individuo más vil y detestable.
Caminaron. Tomaron un rumbo que no me sorprendió.
Al llegar a la luz de una avenida pude ver que aquel hombre era yo. Yo mismo, pero antes. Con el desdén cósmico que tanto me había costado borrar del alma, con la maldad de mis peores épocas. Con la impunidad de los necios.
No pude soportarlo. Pensé en cruzar la calle y pegarme una trompada, pero me tuve miedo. Quise gritar, ordenarme a mí mismo dejar tranquila a aquella muchacha. Pero el imperativo no tiene primera persona y no supe qué decirme.
Se detuvieron un instante y pasé delante de ellos.

Ella no me vio. Yo sí me vi. Me miré con un gesto de advertencia.

Después los perdí de vista y me quedé llorando.



sábado, 1 de agosto de 2009

James Joyce

¿ Qué es un fantasma ?, preguntó Stephen.
Un hombre que se ha desvanecido hasta ser impalpable, por muerte, por ausencia, por cambio de costumbres.

Florencia Abadi

desamor –qué raro sería, le digo, muchas vidas que se vuelvan lúcidas a la vez una lluvia que dé señales más claras– hablar me avergüenza de...

más vistas último mes