sábado, 31 de octubre de 2009

Shel Silverstein

Miedo

Bernabé Brandsen
tenía miedo de ahogarse.
Por eso nunca nadaba
nunca remaba
ni se bañaba.
Lo único que hacía
de noche y de día
era quedarse sentado
con la puerta bien cerrada,
temblando como una hoja,
con las ventanas tapiadas
por si venía una ola.
Y tanto lloró
que el cuarto se inundó
y se ahogó.

Peteco Carabajal

Como pájaros en el aire

Las manos de mi madre parecen pájaros en el aire,
historias de cocina entre sus alas heridas de hambre.
Las manos de mi madre saben qué ocurre por las mañanas,
cuando amasan la vida, horno de barro, pan de esperanza.

Las manos de mi madre llegan al patio desde temprano,
todo se vuelve fiesta cuando ellas juegan junto a otros pájaros;
junto a los pájaros que aman la vida
y la construyen con los trabajos,
arde la leña, harina y barro,
lo cotidiano se vuelve mágico,
se vuelve mágico.

Las manos de mi madre me representan un cielo abierto,
un recuerdo añorado, trapos calientes en los inviernos.

ellas se brindan cálidas, nobles, sinceras, limpias de todo
¿Cómo serán las manos del que las mueve gracias al odio?

viernes, 30 de octubre de 2009

Robert Desnos

Cuento de hadas
Había una vez ( y fueron tantas veces )
un hombre que adoraba a una mujer.
Había una vez ( la vez fue muchas veces )
que una mujer a un hombre idolatraba.
Había una vez ( lo fue muchas más veces )
una mujer y un hombre que no amaban
a aquel o aquella que los adoraban.

Había una vez ( tal vez sólo una vez )
una mujer y un hombre que se amaban.




Robert Desnos fue un poeta surrealista francés nacido el 4/7/1900 en París y muerto en el Campo de Concentración de Theresienstadt el 8/6/1945.
Poeta dadaísta, joven médium surrealista, autor de producción feraz, polemista, detractor —ya desde de 1927— de la precaria alianza de Breton con el Partido Comunista. Fue además crítico de cine, periodista y locutor de radio.
A partir de 1942, formó parte de un grupo de resistencia al ocupante alemán. En febrero de 1944 fue arrestado por la Gestapo en su domicilio de la Rue de Seine. Entonces comenzó para el poeta un atroz peregrinaje a través de prisiones y campos de trabajo forzado desde Francia hasta Checoslovaquia. Robert Desnos murió de enfermedad y agotamiento el 8 de junio de 1945 en el campo de concentración de Theresienstadt, que acababa de ser liberado por las fuerzas aliadas.

Eduardo Gudiño Kieffer


Ciervo
No te sorprendas cuando encuentres al ciervo en el jardín. El ciervo es asustadizo y tu propia sorpresa puede espantarlo. Sé suave, sé silencioso, sé gentil. Cuando lo veas (será sin duda en un atardecer ocre y rojizo, con nubes como catedrales y rumor de órgano entre los eucaliptos), cuando lo veas, decía, debes simular que no te parece nada extraordinario. Un ciervo en el jardín es la cosa más natural del mundo. Con las manos en los bolsillos caminaras por los senderos de grava, sintiéndola crujir bajo tus pies. Te detendrás junto a las rosas amarillas, pero no cortarás ni una (el menor indicio de crimen puede asustar al ciervo). Cuando estés cerca, muy cerca de él podrás sonreír y extender dulcemente la mano. Los ijares del ciervo temblarán y no tendrás más remedio que volver la mano al bolsillo y dar la espalda al animal, estudiando atentamente el ir y venir de las hormigas por ese caminito que conoces de memoria. El ciervo tiene miedo, un miedo que él mismo ignora pero que desborda de sus tiernos ojos húmedos. Es el mismo miedo que estás sintiendo ya, como unos terribles dedos cariñosos acariciándote la nuca, como unos brazos amantes ciñéndote, como unos labios cálidos posándose en tus hombros y en tu columna vertebral. ¡Mira a las pobres hormigas afanándose locamente por mover un liviano pétalo de rosa! Ahora sabes que el ciervo ya no está. Trata de caminar. Prueba. Verás que lindo es saltar sobre tus cuatro patas ágiles, qué lindo es mirarse en los estanques y descubrirse un gracioso hocico negro y dos grandes ojos tristes y una profusa cornamenta. A lo lejos oirás el cuerno de caza y el furioso ladrar de la jauría. Entonces deberás huir, llevándote contigo al miedo: amado, detestado y perpetuo inquilino.


Macedonio Fernández

Cuadernos de todo y nada
- Mujer, ¿cuánto te ha costado esta espumadera?
- 1,90.
- ¿Cómo, tanto? ¡Pero es una barbaridad!
- Sí; es que los agujeros están carísimos. Con esto de la guerra se aprovechan de todo.
- ¡Pues la hubieras comprado sin ellos!
- Pero entonces sería un cucharón y ya no serviría para espumar.
- No importa; no hay que pagar de más. Son artificios del mercado de agujeros.

lunes, 19 de octubre de 2009

Nâzim Hikmet

Dos amores

En un corazón no caben dos amores
mentira
puede ser.

En la ciudad de las lluvias frías
es de noche y estoy tumbado en la
habitación de un hotel
mis ojos están clavados en lo alto
pasan nubes por el techo
pesadas como los camiones que corren por el asfalto
húmedo
y a la derecha a lo lejos
una construcción blanca
tal vez de cien pisos
en lo alto brilla una aguja de oro.
Pasan nubes por el techo
nubes cargadas de soles como caiques de sandías.
Me siento en el alféizar de la ventana
el reflejo del agua acaricia mi rostro
¿estoy a la orilla de un río
o a la orilla del mar?

¿Qué hay en aquella bandeja
en aquella bandeja rosada
fresas o moras?
¿Estoy en un campo de narcisos
o en un bosque de hayas nevadas?
Las mujeres que amo ríen y lloran
en dos lenguas.

viernes, 2 de octubre de 2009

Hamlet Lima Quintana

Zamba para no morir

Romperá la tarde mi voz
hasta el eco de ayer
voy quedándome sólo al final
muerto de sed, harto de andar
pero sigo creciendo en el sol, vivo
era el tiempo la flor
la madera frutal
luego el hacha se puso a golpear
verse caer, sólo rodar
pero el árbol reverdecerá, nuevo
Al quemarse en el cielo la luz del día, me voy
con el cuerpo asombrado me iré
ronco al gritar que volveré
repartido en el aire al gritar, siempre
Mi razón no pide piedad
se dispone a partir
no me gusta la muerte ritual
sólo dormir, verme borrar
una historia me recordará, vivo
veo el campo, el fruto, la miel
y estas ganas de amar
no me puede el olvido vencer
hoy como ayer, siempre llegar
en el hijo se puede volver, nuevo

Florencia Abadi

desamor –qué raro sería, le digo, muchas vidas que se vuelvan lúcidas a la vez una lluvia que dé señales más claras– hablar me avergüenza de...

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