miércoles, 24 de febrero de 2010

Homero Manzi

Fruta amarga

Corazón, en aquella noche larga maduró
la fruta amarga de esta eterna soledad.
Corazón, ¿ en las nubes de qué cielo la tristeza
de tu vuelo sin consuelo vagará?
Bien lo sé, aquel frío alucinante del instante me cegó.
Fue en un viendo de locura, sin ternura, sin perdón.
Fue en el grito enronquecido de un amor enloquecido de dolor.
Eras la luz del sol y la canción feliz,
y la llovizna gris en mi ventana.
Eras remanso fiel y duende soñador
y jazminero en flor, eras mañana.
Suave murmullo, viento de loma,
cálido arrullo de la paloma.
Ya no serás jamás aroma de rosal,
frescor de manantial en mi destino.
Solo serás la voz que me haga recordar
que un instante atroz te hice llorar.
Ya no estás, y el recuerdo es un espejo que
refleja desde lejos tu tristeza y mi maldad.
Ya no estás, y tu ausencia que se alarga
tiene gusto a fruta amarga, a castigo y soledad.
Corazón una nube puso un velo sobre el cielo de los dos,
y una nube solamente, de repente, me perdió.
Una nube sin sentido, sin clemencia, sin olvido, sin perdón.
Eras la luz del sol y la canción feliz,
y la llovizna gris en mi ventana.
Eras remanso fiel y duende soñador
y jazminero en flor, eras mañana.
Suave murmullo, viento de loma,
cálido arrullo de la paloma.
Ya no serás jamás aroma de rosal,
frescor de manantial en mi destino.
Solo serás la voz que me haga recordar
que un instante atroz te hice llorar.

Florencia Abadi

desamor –qué raro sería, le digo, muchas vidas que se vuelvan lúcidas a la vez una lluvia que dé señales más claras– hablar me avergüenza de...

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