miércoles, 25 de septiembre de 2013

Adolfo Rozenfeld

Iberá

Un paseador de perros, a lo lejos. Dirige una multitud que lo tiene como centro. Las colas flamean para festejar el recorrido. Es el revés de una formación simétrica. Todos los colores y tamaños. Las patas cortas se apuran. Las largas transcurren. Es una cuadra desierta. Un páramo secreto de perspectiva. El punto de fuga es el cielo. Contraluz. La sombra colectiva se proyecta hacia mí. El sol de primera tarde la traza sobre el pavimento. 
Largo todo. Manoteo el celular. Salgo corriendo. Trato de alcanzarlos. Me arrodillo para el encuadre que elegí a la carrera. En la pantalla se revela el patrón de orden que rige a todo ese desorden. El dedo viaja hacia el botón. En ese instante todos doblan la esquina. Se pierden en el túnel de la calle Iberá. Un segundo tarde, y una foto que no va a existir.

Florencia Abadi

desamor –qué raro sería, le digo, muchas vidas que se vuelvan lúcidas a la vez una lluvia que dé señales más claras– hablar me avergüenza de...

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