domingo, 26 de junio de 2011

Francis S. Fitzgerald



Toda vida es un proceso de demolición, por supuesto, pero los efectos de los golpes que hacen la parte dramática del trabajo –los grandes golpes súbitos que vienen o parecen venir de fuera, los que uno recuerda, los que carga con las culpas, los que en momentos de debilidad les cuenta a los amigos– no se muestran en el acto. Hay otra clase de golpe que viene de dentro, que no se siente hasta que ya es tarde para tomar alguna medida, hasta que uno entiende irrevocablemente que en algunos aspectos nunca volverá a ser tan buen hombre como antes. La primera clase de rotura da la impresión de suceder rápido; la segunda clase ocurre casi sin que uno sepa, pero se hace consciente bien de repente.






The Crack-Up, 1945.

Florencia Abadi

desamor –qué raro sería, le digo, muchas vidas que se vuelvan lúcidas a la vez una lluvia que dé señales más claras– hablar me avergüenza de...

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