lunes, 5 de abril de 2010

César Mermet

Maneras de ausencia

De lo que me faltas crezco, tu falta me alarga hasta mañana, del aire de tu ausencia respiro, del tiempo que me faltas rejuvenezco, del hambre tranquila de tenerte me alimento. Tu no estar me acompaña en la noche y el día como el anillo de largos años cuyo extravío ciñe el dedo de desnudez y desconcierto.

De lo que me faltas crezco, como las ramas hacia la luz, imposible y nutricia. Tu falta me alarga hasta mañana, mañana es tu mejor nombre, la luz futura te arregla los cabellos y es para encontrarte al día siguiente que consigo anochecer cada día.

Yo enriquezco de tu falta, qué incontables esperanzas acumulas faltando, a cada instante es más preciosa tu ausencia y yo el único que tiene en la mano el monto entero de tu falta. Porque ensayé el derroche por festejarte presente y ausente, desperté mis subsuelos, encendí minas, multipliqué cristales, puse al oro en celo, ayunté las gemas, me supe inagotable. Tender a ti, abarcar tu escándalo, bloquearte las jugadas, las travesuras y las coreografías, me hizo espacial, curvo y abierto.

Me faltas como el gramo de menos que pone en marcha el mecanismo, como la repentina falta del leve pájaro pone en marcha el duraznero y cimbra, y toda la luz de la mañana parpadea.
Me faltas ahora benignamente como la lluvia al campo cuando las primeras gotas comienzan.
Me faltas como el regalo prometido en el gozoso noviciado de la espera.
Me faltas como en la víspera de la fiesta falta la música a todo el pueblo y todos viven de la música que les falta, y los cuchillos y herraduras del herrero ese día se templan con la música de mañana y tañen, cantan, cortan y galopan felizmente.
Me faltas como la posesión más querida, como un campo en otra provincia en la época en que la mies madura, me faltas como una plantación de limones al otro lado del río, que amarilla y aroma por detrás del sueño. Pequeña, clavo de olor, especia del alma, me faltas necesaria simple y segura como le falta el azafrán al guiso pálido. Por favor, tú, mi falta, acentúame el tiempo, oriéntame el espacio, hazme dinámico y esdrújulo, lánzame faltándome por sobre el largo día, ayúdame a vivir desazonándome, accióname como un dulce desnivel, como el declive que echa a rodar el siglo inerte de la piedra, como la diferencia de sensación entre el tobillo izquierdo y el derecho, de donde nace la marcha, y como el otoño adonde fluye toda la savia del año hasta agolparse en los racimos.

Me gusta que me faltes, es extraño, estoy cómodo con mi carencia, siento que la vida me debe, que la luz siempre paga, y benévolamente contemplo la calle con sensatez y tolerancia, como un acreedor agrario de buen pasar y corazón sin agriura dejo que transite en paz el día, que el tiempo trabaje por mi cuenta, que las horas se afanen, que los pájaros vuelen en mis dominios, que las palomas ilustren mi calma, sin reclamar los dominios de mi calma.

Por favor, no dejes de faltarme, fáltame así de suave, fáltame suavemente, yo saboreo tu falta como una mata dulce nacida al borde del agua, con sabor a transcurso y a promesa de un gusto a mata dulce, cumpliéndose sabrosa, interminablemente.

César Mermet (1963)

[gracias Claudio C.]

Florencia Abadi

desamor –qué raro sería, le digo, muchas vidas que se vuelvan lúcidas a la vez una lluvia que dé señales más claras– hablar me avergüenza de...

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