martes, 25 de diciembre de 2012

Jairo




Carpintería José




Paul Éluard

Libertad


Sobre mis cuadernos de colegial
Sobre el pupitre y los árboles
Sobre la arena, sobre la nieve
Escribo tu nombre

Sobre todas las páginas leídas
Sobre todas las páginas en blanco
Piedra, sangre, papel o ceniza
Escribo tu nombre

Sobre las imágenes doradas
Sobre las armas de los belicosos
Sobre la corona de reyes
Escribo tu nombre

Sobre la selva y el desierto
Sobre los nidos, sobre las retamas
Sobre el eco de mi infancia
Escribo tu nombre

Sobre las maravillas de las noches
Sobre el pan blanco de los días
Sobre las temporadas desposadas
Escribo tu nombre

Sobre todos mis trapos de azul
Sobre el estanque sol enmohecido
Sobre el lago luna viva
Escribo tu nombre

Sobre los campos sobre el horizonte
Sobre las alas de los pájaros
Y sobre el molino de las sombras
Escribo tu nombre

Sobre cada soplo de aurora
Sobre el mar en los barcos
Sobre la montaña lunática
Escribo tu nombre

Sobre la espuma de las nubes
Sobre los sudores de la tormenta
Sobre la lluvia gruesa e insípida
Escribo tu nombre

Sobre las formas que centellean
Sobre las campanas de los colores
Sobre la verdad física
Escribo tu nombre

Sobre las sendas despertadas
Sobre las carreteras desplegadas
Sobre los lugares que desbordan
Escribo tu nombre

Sobre la lámpara que se enciende
Sobre la lámpara que se apaga
Sobre mis casas reunidas
Escribo tu nombre

Sobre el fruto cortado en dos
Espejo y mi habitación
Sobre mi cama vacía
Escribo tu nombre

Sobre mi perro codicioso y tierno
Sobre sus orejas elaboradas
Sobre su pierna torpe
Escribo tu nombre

Sobre el trampolín de mi puerta
Sobre los objetos familiares
Sobre el mar del fuego bendito
Escribo tu nombre

Sobre toda carne concedida
Sobre la frente de mis amigos
Sobre cada mano que se tiende
Escribo tu nombre

Sobre el cristal de las sorpresas
Sobre los labios atentos
Bien sobre el silencio
Escribo tu nombre

Sobre mis refugios destruidos
Sobre mis faros aplastados
Sobre las paredes de mi problema
Escribo tu nombre

Sobre la ausencia sin deseos
Sobre la soledad desnuda
Sobre las marchas de la muerte
Escribo tu nombre

Sobre la salud vuelta de nuevo
Sobre el riesgo desaparecido
Sobre la esperanza sin recuerdos
Escribo tu nombre

Y por el poder de una palabra
Reinicio mi vida
Nací para conocerte
Para nombrarte

Libertad






jueves, 13 de diciembre de 2012

Gilda Manso



''Yo, mujer adulta de Argentina o de cualquier parte del mundo, tengo derecho a que se cumplan mis derechos de índole urgente y necesarios para vivir.
Tengo derecho, también, a tener derechos triviales. Entre otras cosas, tengo derecho a ser hermosa. A no serlo. A tener un trabajo fabuloso y ganar un sueldo fabuloso. A ser madre. A no ser madre. A ser promiscua. A no ser promiscua. A casarme. A no casarme. A salir con un hombre veinte años mayor. A salir con un hombre veinte años menor. A ser vedette. A ser científica. A que me guste el fútbol. A jugar al fútbol. A que no me guste el fútbol. A que me guste cocinar. A que no me guste cocinar. A ser gorda. A no ser gorda. A tener tetas grandes. A no tener tetas grandes. A que mis hijos lleven mi apellido. A actuar según lo que se espera de la femineidad. A no actuar según lo que se espera de la femineidad. A no aceptar justificaciones para una infidelidad. A aceptarlas. A que me duelan los ovarios. A estar triste o de mal humor sin tener que soportar que culpen a mi dolor de ovarios. Tengo derecho a que el mundo entero, sin excepción, respete mi alma, mi mente, mi cuerpo, mi vida, mi elección de vida, el curso natural de mi vida.''

 

[ fotografía de Juliette Binoche (c) Playboy ]


Klaus Kinski


Muchas personas toman sedantes para el alma, para que esté callada, y sobre todo para que no duela. Esas personas quisieran cortar de raíz cualquier movimiento del alma que pueda rozar con la emoción. En los manicomios, lo primero y más importante que se hace cada día es darles a los internos la píldora tranquilizante. ¡Hay que taparle la boca al alma! Los tranquilizantes están más que probados, y son tan seguros como las píldoras anticonceptivas. Por las noches, la gente tapa con una funda a los pájaros enjaulados, ¡para que pasen una noche tranquila!


Y otra cosa: el miedo que tienen los humanos a toda clase de dolores físicos. Hay analgésicos para todo. Para el parto sin dolor. Para evitar dolores a las personas de sueño inquieto. Para una muerte sin dolor, dulce. ¿Por qué no un producto para reír sin dolor, para que no duela la boca del estómago? ¿O para una alegría indolora? ¿O una tristeza indolora? ¡Llorar sin dolor, sin que la sal de las lágrimas escueza los ojos! ¡¿Acaso existen terremotos tranquilos o huracanes inofensivos?! La pérfida sociedad humana inculca a sus miembros la idea de que, ante todo, lo más importante es tranquilizarse. ¿Por qué? ¿Se puede estar tranquilo mientras se coge? ¿Existe acaso algún producto para la desfloración sin dolor? ¿Para la penetración indolora del miembro masculino? ¿Para el coger indoloro? La vida no es indolora ni tranquilizante. ¡La vida está llena de emoción, pasión y dolor! ¿Qué tiene eso de malo? ¡La risa, las lágrimas, los gritos de rabia, lo gritos de dolor, los gritos de alegría son expresión del cuerpo y el alma! Al reprimirlos, no sólo se exorciza a los demonios, sino también a los ángeles. Los terremotos y las tempestades dejan tras de sí tierras resquebrajadas y mares encrespados. ¡No se puede tirar a la basura, como si nada, el cielo y el infierno!



*Fragmento de “Yo necesito amor”.

lunes, 10 de diciembre de 2012

Jacques Prévert


Para ti, mi amor


Fui al mercado de pájaros
y compré pájaros
Para ti
mi amor.

Fui al mercado de flores
y compré flores
Para ti
mi amor.

Fui al mercado de chatarra
y compré cadenas
Pesadas cadenas
Para ti
mi amor.

Después fui al mercado de esclavos
Y te busqué
Pero no te encontré
mi amor.





sábado, 8 de diciembre de 2012

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Susana Thénon


No

Me niego a ser poseída
por palabras, por jaulas,
por geometrías abyectas.
Me niego a ser
encasillada,
rota,
absorbida.
Sólo yo sé cómo destruirme,
cómo golpear mi cabeza
contra la cabeza del cielo,
cómo cortar mis manos y sentirlas de noche
creciéndome hacia adentro.
Me niego a recibir esta muerte,
este dolor,
estos planes tramados, inconmovibles.
Sólo yo conozco el dolor
que lleva mi nombre
y sólo yo conozco la casa de mi muerte.




lunes, 3 de diciembre de 2012

Juan Gelman


La rueda




El arco o puente que va

de tu mano a la mía cuando

no se tocan, abre

una flor intermedia.

¿Qué toca, qué retoca, qué trastoca

ese vacío de las manos

solas en su fatiga?

Nace una flor, sí,

se agosta en mayo como una

equivocación de la lengua

que se equivoca , sí.

¿Por qué este horror?

En la página de nosotros mismos

tu cuerpo escribe.







Florencia Abadi

desamor –qué raro sería, le digo, muchas vidas que se vuelvan lúcidas a la vez una lluvia que dé señales más claras– hablar me avergüenza de...

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