martes, 27 de noviembre de 2012

Santiago Sylvester



La cuestión es entender la intención

de las palabras que usamos empecinadamente:
las que grita el diarero,
las que el lechero murmura entre los vapores
del amanecer,
las que giran obsesivamente en la cabeza del loco,
las que el cartero lleva sin saberlo en su bolsa.

Son pocas las palabras que sostienen la realidad
y que podrían destruirla con su sola ausencia;
son las que usamos para explicar nuestra porción del mundo,
las palabras de nuestra convicción,
de nuestra íntima apuesta.

La cuestión es entender la intención de las palabras,
esa armonía sin énfasis que se parece al destino.



Florencia Abadi

desamor –qué raro sería, le digo, muchas vidas que se vuelvan lúcidas a la vez una lluvia que dé señales más claras– hablar me avergüenza de...

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